miércoles, 2 de abril de 2008

El Tin-tín


La primera vez que escuché hablar de él fue por boca de Don Winston.
-Ha sido el Tin-tín, joven Carlos, que todo lo daña...
Don Winston era el cuidador de las pertenencias e instalaciones del Centro de Estudios de Arqueología y Antropología, en las excavaciones que llevaban años realizándose en Real Alto, península de Santa Elena, en la costa Ecuatoriana. Yo por aquel tiempo era un estudiante español que había llegado al país por pura aventura y sed de nuevas experiencias. La oportunidad que me ofrecía una amistad de mi ciudad natal, ahora residiendo allí, permitió que dejara todo aquello que me ataba a España e hiciese maletas para una zona del mundo hasta el momento para mí totalmente desconocida. Era el año 1993, y presidía la república del Ecuador Don Sixto Durán Ballén.
-Don Winston. ¿Qué es el Tin-tín? - pregunté. En ese mismo momento se me pasó por la mente desde la imagen del simpático personaje del cómic belga, hasta una interminable serie de animales de campo y diversos fenómenos naturales...
Estaba junto a mis compañeros y el Arqueólogo a cargo de nuestro grupo, en el almacén de herramientas y equipos, dispuestos a recoger un teodolito y otros utensilios cuando al abrir la puerta lo encontramos todo desordenado.
-¿El Tin-tín? ¿no sabe lo que es el Tin-tín?- Rió cándidamente, casi en tono bobalicón, pues para aquel hombre sencillo de campo que un gringuito estudiado no supiese que era el Tin-tín suponía un orgullo. Ya sabía algo más que él.

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